Monday, March 24, 2008

Tres veces coronada Villa Quevedo

Acabo de volver y cómo deseo dejar este frío país arbitraria y estúpidamente autodenominado "América" para retornar a su querido y maloliente caos, con su tránsito infernal, con sus noches de neón y alcohol, de sexo y orín, de montañas de exquisita comida. Lima, con sus políticos corruptos, sus casitas sin tarrajear mostrando sus entrañas de ladrillo, sus habitantes mestizos tratando de subirse a la combi de la modernidad, su garuíta que jamás llega a convertirse en lluvia, y los amigos siempre dispuestos a beberse una cerveza o cientos de ellas. Ah... Lima. Pero qué se le va a hacer.
Así como muchos dejan a la noviecita de barrio por una amante rica y vieja, así estoy yo nuevamente en el gigante del Norte, con sus calles vacías y su clima gélido, disfrutando el plato de lentejas de la comodidad material, extrañando mortalmente a mi ciudad sucia y fea pero que me amaba con su corazón de concreto y basura. Creo que efectivamente los hombres son unos perros, como dicen. Naaaaaaaaaaaaa