Monday, November 06, 2006

Cuídame a mi chola!

Pido disculpas anticipadas por las fallas que la memoria pueda ocasionar a la siguiente crónica. Sería el año 1991 más o menos cuando Harold y un servidor nos encontrábamos en la Av Wilson esperando a Héctor y Kike Grillo para entrar a la No Helden. Súbitamente, los individuos en cuestión aparecieron en evidente y muy avanzado estado etílico, muy mal acompañados además del suizo Edgar, de Richard Colmena y de unas 3 o 4 arañas. No, no era que los susodichos fueran entomólogos o cosa parecida, las arañas eran una oscura raza de mujeres, muy difundida en otros tiempos, que pululaban la Colmena en arcanos eones, satisfaciendo necesidades de muy diversa índole entre los antisociales que allí se daban cita. Entusiasmado en un primer momento, la visión de las féminas de cerca tuvo un fortísimo efecto represor del eros en mí, debido a su irreconciliable conflicto con la estética, por lo que, enfurecido (siempre pretencioso yo), le espeté a Kike:

"No podían traer huevonas más feas carajo?"

Inevitablemente me fue alcanzado el brebaje de muy sospechosa procedencia y completa ilegalidad que estos sujetos se encontraban bebiendo, así que me dejé poseer por el éxtasis dionisiaco en plena calle, a la usanza de mi añorado Perú. Así fue que, medio borracho y aguantado como siempre, empecé a descubrir nuevas y sugerentes bondades físicas en nuestras amigas, una de las cuales llamada Yolanda y convenientemente apodada por Harold "la cara de puñete", solícitamente se puso a hurgar en mi cavidad bucal con sus hermosos y bien cuidados labios. Luego del chape más execrable que se haya dado cita en el planeta, y orgullosamente abrazado de Yolanda, o la cara de puñete, como quieran, entramos a la No Helden, para horror generalizado del respetable. Fue así que, impelido por la angustiosa necesidad de miccionar, le dije a Kike en voz baja la frase inmortal que es el título de la presente crónica, y que, a la sazón, Kike jamás cumplió, ya que al regresar mi musa se había largado con otro pelucón, mucho más feo y sucio que yo, si tal cosa es posible. En fin, en la guerra, y el amor, todo vale, dicen no?

Wednesday, November 01, 2006

Después de hora

Voy a relatar, para el absoluto horror de P..., una de las más bizarras aventuras sexuales que haya tenido en mi vida. Todo sucedió hace unos años, cuando mantenía una no tan secreta doble vida: un honrado trabajador de la Gaceta Jurídica de día, y un ebrio consumidor de cocaína durante la noche. Fue así que, en una de nuestras muchas veladas de drogas y alcohol, P..., H... y yo nos fuimos de paseo por el jirón Ricardo Trenemann en el centro de Lima, lúgubre y tenebrosa arteria que cobija a los legendarios prostíbulos Las Cucardas y La Nené.

En arcanos tiempos, La Nené era conocida como El Salón, y hasta allá se desplazaban ricachones, empresarios y adinerados aficionados a las caricias pagadas, porque las mujeres que allí trabajaban eran... cosa seria. Hoy la decadencia se ha estancado en aquellas callecitas con luces rojas, y donde antes se mostraban pechos espléndidos y torneadas piernas, hoy solo se dejan ver arrugadas y provectas damas, que tratan desesperadamente de ganarse el diario sustento. Ante tan triste espectáculo, decidimos tomarnos un café en las carretillas que hay afuera del lupanar, junto a taxistas, proxenetas, ladrones y otros insignes parroquianos. Así entablamos conversacion con Margarita.

Margarita es una meretriz, tan vieja y feíta que ni siquiera puede trabajar en la Nené. Sin embargo, por desconocidos designios del destino, esa noche la invitamos a acompañarnos a nuestra casa en Jesús María (antes tuvimos que empujar afuera del taxi a sus amigas, que quisieron colarse a viva fuerza y que al lado de Margarita la hacían ver como Kate Moss). Ya en la casa, previo pago de 20 dólares, inmensa y jamas imaginada fortuna para nuestra amiga, nos dedicamos a formicar, uno por uno y de la manera más grosera, a la buena de Margarita, haciéndola satisfacer todos y cada uno de nuestros abominables antojos sexuales, mientras el álbum de Ratt, Out of the cellar, sonaba en el estéreo.

P... siempre me jode con que si voy a ir a Lima a visitar a Margarita, pero en realidad a veces me pregunto (sin ningún signo evidente de lujuria) qué será de su vida, si estará viva aún, y si seguirá trabajando en las afueras de la Nené, con su traje negro y su sombrerito.